El respeto por las identidades y sus culturas, la desconfianza hacia las ideologías de progreso, la crítica del racionalismo y su pretensión de universalidad: éstas son caracterísitcas de una sensibilidad política contemporánea que difícilmente pueden situarse en el tablero político. Esta corriente nació en el siglo XVIII para oponerse a la concepción de individuo autónomo, actor de sus propias decisiones, que constituye el principio mismo de la democracia.
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