A partir del 1º de julio las miradas del mundo se posarán sobre Hong Kong, tratando de determinar su futuro, observar los cambios, detectar anormalidades y justificar el análisis, en gran medida pesimista, que sobre el futuro del territorio defina el cambio de soberanía. Vana tarea porque nada cambiará en el corto plazo y menos de manera evidente.
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