Justo cuando el Gobierno marroquí se compromete ante la Unión Europea a un mayor respeto de los derechos del hombre y de la libertad de culto, las autoridades dirigen una ola represiva contra los cristianos. Al salir en defensa, con excesivo fervor, de la ley islámica, el regimen de Rabat no está dispuesto a renunciar a su naturaleza teocrática.
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