La Organización de Estados Americanos nació con la vocación de instalar la paz hemisférica y contribuir al desarrollo de las sociedades del continente, pero sus objetivos se diluyeron en las tensiones entre Estados Unidos y América Latina, en las disputas territoriales y en la contención del comunismo. Sin embargo, tras el fin del mundo bipolar y la recuperación de la democracia en la región, el papel de la Organización se circunscribió principalmente a la defensa de la democracia y de los derechos humanos. La autora plantea la necesidad de otorgar a la OEA nuevas funciones y destaca la importancia que debe adquirir en la definición de una nueva estructura de seguridad continental.
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