La perplejidad y sorpresa que genera nuestro estancamiento económico, la desorientación que transmite la dirigencia y la confusión que comunican los medios, merecen un análisis desde otro lugar. En este artículo, el autor señala que la tragedia de Hamlet nos ofrece un marco adecuado donde situar nuestros propios anhelos y desdichas, ya que se trata de una obra sobre aquello que los individuos emprenden con decisión y certeza, así como sobre aquellas acciones que se retardan, que se postergan detrás de dudas, incertidumbres y titubeos. Imaginar y proyectar un país con un destino mejor -plantea- es posible, a condición que no solicitemos autorización para hacerlo, pues, de todas formas, nadie otorga garantías para tal empresa.
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