"No pagaremos vuestra crisis". Las pancartas desplegadas a finales de febrero en Atenas, donde se suceden las huelgas contra los planes de austeridad, no habrían desentonado en Islandia, cuya población se encoleriza ante la idea de tener que reemblosar las faraónicas deudas heredadas del hundimiento de sus bancos. Ni entre los españoles que protestan contra la prolongación de la edad de jubilación. Ni tampoco entre los millones de trabajadores desempleados desde que comenzó la recesión económica. Preconizando la "estabilización " de los gastos sociales, el Fondo Monetario Intenacional ha advertido que el saneamiento económico, en Europa, "será extemadamente doloroso".
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