Los barcos de vela se paran cuando no hay viento. Los barcos de remos necesitan hombres, pero los hombres se cansan. A veces un mar en calma es una trampa mortal. Pero a alguien se le ocurrió que se podía navegar de otra manera. ¿Cómo? Con grandes ruedas de palas, como los molinos. Eso se le ocurrió a un español: Blasco de Garay. Era 1543
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