La prohibición de la fiesta de los toros en Cataluña ha supuesto un duro golpe para un gremio que hace del victimismo su bandera y del supuesto arte que enseñorean un reclamo más de cara a una galería huera y repleta de falsas luces para que turistas espoleados por la apología hemingwayana se lleven en la mochila sus sangrientas fotos de recuerdo.
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