Intrigado por una frase de Miguel de Unamuno -"No creo que ningún católico medianamente culto pueda pensar que las reliquias de Compostela son de Santiago"-, el autor de este reportaje decide agarrar su Vespa, recorrer el camino de la Vía Láctea desde París, y plantarse en Compostela. No pretendía descifrar el enigma (ya lo había resuelto Unamuno: "¡Son de Prisciliano!", lo que le movió fue una voluntad transgresora, harto del "Santiago y cierra España" que le asestaban, en los años 60, en su colegio de Madrid, llamado por cierto...¡"Apóstol Santiago"!
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