"Un Gobierno para todos los sudafricanos", fue la promesa que hizo el nuevo presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, después de su victoria electoral del 22 de abril de 2009. Tan carismático como enigmático, quien dirige ahora la primera potencia subsahariana deberá hacer frente a una sociedad carcomida por las desigualdades y la criminalidad, que no ha podido superar aún la pesada herencia del "apartheid". Deberá también responder a la crisis que atraviesa su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), debilitado por las tensiones internas.
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