Por las aceras de Lima, quien no camina, vende. Y los que venden, cualquier cosa: juguetes de plástico, brebajes para el amor, papel higiénico... caminan sobresaltados, porque los persiguen los policías azules, tenaces enemigos que les quitan, los golpean y los persiguen, a través de los grandes laberintos citadinos. Terrible está mi ciudad, al promediar diciembre de 1988. Diciembre de estallidos y apagones, terrible está. Y en medio de este diciembre, casi agónico, casi quién sabe, hay un rotundo 2.700 por ciento de inflación, que se ha incrementado al ritmo de los vendedores callejeros.
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