El derrocamiento de Stroessner, producido entre el 2 y el 3 de febrero de 1989, significó que los paraguayos empezaran a romper el mito paralizador en que se había constituido la realidad de enfrentarse con un régimen que parecía inexpugnable. Sigue habiendo una gran asimetría entre el poder cívico-militar dominante y la oposición, incluso después de la elección presidencial del 1° de mayo de este año y la pronta asunción constitucional del general Rodríguez, pero ahora los enfrentamientos ya no son entre un semidiós y seres humanos mortales, sino entre distintas colectividades humanas organizadas. El espacio de las libertades se ha ampliado indudablemente y, mientras unos vagos anhelos de «modernidad» se expresan desde palacio, los partidos opositores presionan por una agenda de reformas institucionales, sobre el trasfondo de una problemática social emergente.
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