Las fiestas navideñas son, probablemente, la época del año en que la publicidad, al tiempo que proclama como nunca su presencia social y mediática- de modo que tales fiestas son básicamente hoy en día unas fiestas publicitarias-, reitera hasta la saciedad sus modos de hacer más estereotipados, que dan lugar a una publicidad narcisista y aterciopelada que rima bien con el falso arrobo que va asociado a esas mismas fiestas navideñas. Y este espíritu navideño-publicitario, en cuyo marco lo publicitario y lo festivo funcionan como ingredientes de un mismo continuo, se ha puesto especialmente de relieve este año, cuando las novedades dentro de las campañas publicitarias navideñas han brillado prácticamente por su ausencia.
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