En el Brasil de cuatro o cinco años atrás, 1985-86, de la lucha terminal contra la dictadura de dos décadas y de la movilización por las elecciones directas para presidente, había una certidumbre: los universitarios, antes que cualquier otro sector social, habían sido la punta de lanza contra el autoritarismo, con sus protestas de 1968-69, y luego, de 1977. Ellos fueron los adelantados, los revolucionarios, la promesa de un nuevo orden político. En el Brasil electoral de hoy, tan alborotado con la Nueva República, ellos no son nada de eso, y su pionerismo se reduce apenas a participar en lo que vendrá para todos en términos de cultura política.
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