Las propuestas de creación de academias de enseñanza para militares siempre se encontraron con el problema del acceso a la oficialidad de los ejércitos, reservada para personas expresamente seleccionadas en virtud de su pertenencia a ciertos estratos sociales, cuyo destino estaba dirigido a la carrera de las armas.
Su ingreso en el Ejército era inmediato junto a la promoción en su graduación, variando esta según su origen social. El aprendizaje lo realizaban a lo largo de su permanencia en la institución, en la que entraban como cadetes, seleccionados por el jefe de cada unidad, normalmente entre los hijos de los oficiales de la misma. Allí adquirían la suficiente experiencia para lograr el ascenso a partir de las vacantes que se iban produciendo, ya que los sargentos no eran capaces de lograr cubrir más que un pequeño número de estas, debido a su baja preparación o a su nulo interés.
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