Nos oprimió el corazón con "Nadie sabe" y sublimó nuestra alma con "Still Walking". Ahora Hirokazu Kore-eda retoma en "Kiseki (Milagro)" dos de los ingredientes que le han convertido en legítimo heredero del legado de Yasujirô Ozu: el poder de la familia y la inocencia infantil.
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