La reforma laboral de 2012 implica un amplio conjunto de modificaciones del Estatuto de los Trabajadores y medidas que afectan a las políticas activas del mercado de trabajo. Esta reforma yerra en la idea subyacente de que se creará empleo con la reducción de los costes laborales que provocará su aplicación. Es una vuelta al pasado, porque se insiste en un modelo productivo intensivo de trabajo barato con carácter estratégico, que, además, altera la distribución de la renta, trasladando recursos desde las retribuciones salariales a los rendimientos empresariales y de capital.
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