Tras un repaso de las diferentes terapéuticas que se han utilizado para combatir la epífora, insiste el autor en la utilidad de la dacriocistorrinostomía, la cual considera la operación de elección en los casos de dacriocistitis. Existen, no obstante, ocasiones en que, por lesiones de los canalículos, tal operación no puede verificarse, o bien la misma naturaleza de la inflamación del saco (tuberculosis, etc.) la contraindica; de otro lado, nos encontramos con casos en los cuales, pese a realizar la técnica más perfecta, fracasamos con tal intervención. En todos estos casos, y una vez eliminada la supuración lagrimal, está indicada la intervención sobre la glándula lagrimal. Abandonada la extirpación de la glándula por las conjuntivitis siccas que producía, se utilizaron más tarde las inyecciones de alcohol, las cuales, sin embargo, tienen una acción inconstante, aparte de otras consecuencias desagradables (edemas persistentes, diplopías, ptosis, efecto pasajero y apenas dosificable, etc.). La diatermocoagulación de la glándula palpebral, y de paso de los conductos excretores de la porción orbitaria, es una intervención inocua y de efctos brillantes. Para evitar la eventual presentación de una queraconjuntivitis seca deben de excluirse aquellos casos en los que existan alteraciones conjuntivales de tal naturaleza que sea de temer una falta de función de las glándulas lagrimales accesorias; tal sucede, por ejemplo, en el tracoma. Al mismo tiempo se intentará descubrir síntomas esbozados del síndrome de Sjoegren (menopausia, sequedad de mucosas, molestia reumáticas, etc.), y así evitar la presentación de la sequedad ocular. Posiblemente el no tener presente esta circunstancia ha sido la causa de que la extirpación de la glándula lagrimal se abandonase. No obstante, la diatermocoagulación es técnicamente más sencilla que la extirpación. La reoperación de las dacriocistorrinostomías fracasadas supone una intervención más traumatizante y más díficil. En lo rferente a la dacriocistorrinostomía en los extirpados de saco lagrimal, intervención que el doctor Marín Amat denomina operación de Arruga, propone el autor se designe de Díaz Caneja-Arruga, toda vez que el primero de los mismos ha sido quien primeramente la dió a conocer en 1933, en tanto que las publicaciones de Arruga, a quien corresponde el mérito de la generalización, datan de 1935.
Intervinieron en la discusión los doctores Marín Amat y Esteban.
Sociedad Oftalmológica de Madrid. (Sesión del día 25 de enero de 1946)
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