La crónica de la ardua empresa de educación de un niño salvaje a comienzos del siglo XIX, redactada brillantemente por su tutor, constituye una ilustración inaugural de la virtualidad antropológica que cobra la pedagogía cuando la acción educativa es concebida como la institucionalización de la subjetividad desde los umbrales de lo humano: el diseño del proceso educativo que abraza las figuras del salvaje y el idiota, la estimulación como una administración de las pulsiones que da el contrapunto al rousseaunianismo educativo, el aprendizaje del lenguaje como acceso a la simbolización del deseo o el desafío de la sexualidad infantil a los dispositivos educativos son algunos de los temas que aquí, en el hito Victor de l�Aveyron, comparecen, pero que distan en absoluto de agotar su infinitud.
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