La transmisión de la fe a los jóvenes constituye en la actualidad un grave problema. Los jóvenes no necesitan de la fe ni tampoco de la religión y de la Iglesia para vivir y ser felices. Sin embargo, la fe cristiana, pensamos los creyentes, sigue teniendo validez y actualidad. Amén de los muchos beneficios que a nivel humano sigue aportando la fe, su transmisión facilitaría a nuestros jóvenes una fuerte experiencia religiosa de un Dios que ama, una esperanza firme en la resurrección y vida eterna y, finalmente, una visión no monista del ser humano.
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