Cuando en el año 2004 desde el Instituto de Estudios de Cajamar se me encargó la coordinación de una monografía sobre la Economía Social para su Colección de Estudios Mediterráneo Económico, que concretamente fue el número 6 de la que se ha convertido en un referente de opinión sobre distintos temas socioeconómicos en estos últimos años, decidimos que se titulara «La economía social. La actividad al servicio de las personas». Este título recogía lo que sin duda representaba el principal elemento identitario de las empresas y organizaciones que se agrupan bajo este término, ya que lo que las diferencia de otro tipo de instituciones privadas es que son las personas en lugar del capital su base central, tanto a la hora de la toma de decisiones, como en su caso del reparto de beneficios que se correspondería con la actividad por ellas desarrolladas en su condición de socio de las mismas. No es casual que la nueva Ley 5/2011 de la Economía Social en España recoja en su artículo 4º como primer principio orientador de éstas la primacía de las personas y de su función social.
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