La elección de François Hollande como Presidente de la República Francesa ha generado un viento de esperanza no sólo en el país vecino, sino entre los sectores progresistas de toda la Unión Europea. Aunque casi todo el mundo es consciente de que la amplitud y gravedad de la crisis no permite soluciones mágicas y mucho menos inmediatas, se confía en un cambio de tendencia, o al menos en un reequilibrio de las políticas, hasta ahora desafortunadas y estériles. Para calibrar estas expectativas, es necesario analizar tres factores estratégicos: la naturaleza y orientación de las propuestas de Hollande y su equipo, las realidades incontrovertibles de la economía, de la sociedad y la política francesas y la actitud del entorno europeo e internacional.
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