El proceso de globalización económica acontecido durante las últimas décadas ha supuesto una mayor integración, comercial y financiera, entre países con distintos niveles de desarrollo y diferentes «reglas de juego» en sus economías. Estas divergencias permitieron un proceso de intenso crecimiento global que fue acompañado por la generación de crecientes desequilibrios en sus balanzas de pagos y que han terminado por originar la actual crisis económica. Por tanto, la solución de la crisis exige la reabsorción de estos desajustes externos, para lo que es necesario reformar el sistema monetario internacional e incrementar la coordinación de las políticas económicas. Ambas actuaciones son prioritarias dentro de la agenda del G20, porque sólo de esta manera se podrá iniciar una nueva etapa de crecimiento global sostenible y equilibrado.
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