Durante la Segunda República española la producción de documentales alcanzó un nivel notable. De temática y estilos diversos, el porcentaje dedicado a reflejar la riqueza monumental nacional y su variedad etnográfica y paisajística fue muy elevado. En el origen de esta circunstancia estuvo el interés de los cineastas por desvelar, al mundo y a los propios españoles, la diversidad de un país hastiado de la tradicional visión estereotipada y simplificadora que, primero la literatura y después el cine, venían ofreciendo de él. Impulsados unas veces desde las instituciones y mayoritariamente surgidos por iniciativa individual, los documentales nacieron con una decidida voluntad de ser útiles. Partiendo de esa premisa, a partir del análisis comparativo de dos ejemplos singulares —Estampas 1932 y La ruta de Guadalupe— este trabajo intenta demostrar cómo sus circunstancias de gestación y su disparidad funcional ponen en evidencia los radicales contrastes e intereses que, en sintonía con las diversas actitudes y posturas ideológicas, se dieron en la sociedad republicana, de cuyos desequilibrios y desigualdades flagrantes ambos resultan ser un reflejo simbólico.
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