Ben Judah, Jana Kobzova, Nicu Popescu
La crisis ha mostrado que Rusia no puede seguir el dinamismo económico de Brasil, India y China. A un crecimiento más lento se añade la creciente frustración ante el regreso de Putin. En este nuevo contexto, la UE debe buscar un acercamiento más eficaz con Moscú.
La crisis económica mundial ha hecho añicos el sueño de Rusia de ser un BRIC en igualdad de condiciones con China, India y Brasil. Allá por 2007, Moscú era una ciudad con la pedantería política y el debate sobre política exterior de una potencia en ciernes: espoleada por las altas tasas de crecimiento económico y el aumento de los precios del petróleo, Rusia creía ser incombustible. Como presidente entre 2000 y 2008, Vladimir Putin era la encarnación de esta visión de una Rusia renaciente. Durante su época como presidente, siguió una política de �divide y vencerás� respecto a la Unión Europea y, de ese modo, frustró las ambiciones en política exterior de la Unión. Pero algunos de los pensadores pro-Kremlin, convencidos de que Rusia despuntaba con los demás BRIC, temen ahora que esté cayéndose con la UE. Rusia ya no tiene el optimismo de una potencia emergente. En lugar de eso, tiene el pesimismo de Occidente.
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