Este artículo analiza la percepción que tuvo don Luis de la Cruz acerca de la territorialidad y las identidades indígenas -individuales y colectivas- en su viaje por la cordillera, el norte de la Patagonia y las pampas en 1806, basándose en sus propias observaciones y en los testimonios de sus informantes pehuenches. Los testimonios de sus acompañantes revelan contactos incesantes y flexibles así como un espacio por el que las gentes circulan cruzando fronteras étnicas, adoptando nuevas identidades y creando vínculos que trascienden las enemistades grupales. Las fuerzas centrípetas del comercio y el parentesco son contrarrestadas por la dinámica centrífuga de la guerra, dando lugar al surgimiento de nuevas entidades étnicas en un proceso al que no son ajenas las manipulaciones coloniales.
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