A partir de la diferenciación teórica entre memoria y recuerdo como dos modelos de representación diferenciados observo, durante el periodo 1996-2004 en nuestro país, una tendencia donde lo artístico configura desde un sistema propio una acepción del recuerdo que funda su singularidad en la acción. Este modo producir el recuerdo desde el arte se establece en disputa con los modos que desde el campo social se entiende la memoria (donde la rememoración supone el consenso). Asimismo esta tendencia en el arte observa un quiebre con las formas en que la memoria se configura en las obras anteriores a este periodo. Desde los años 80 hasta el periodo mencionado, un desplazamiento del lugar del cuerpo en la obra establece una reformulación de los procedimientos artísticos que se dirigen hacia una acepción más productiva y activa del pasado.
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