Desde que Nicolas Sarkozy fuera elegido presidente de Francia, resulta tentador hacer una analogía entre Napoleón III y el nuevo inquilino del Elíseo, sobre todo al reducir éste a su Primer Ministro al rango de simple "colaborador" y al Parlamento al papel de cámara protocolaria. El antiguo emperador de los franceses se distiguía por su apoyo a la Iglesia y al Vaticano. Al afirmar Sarkozy ante el papa Benedicto XVI que "en la transmisión de valores, los profesores nunca podrán ocupar el lugar del cura o del pastor", ¿no ha ido más allá que Napoleón III?
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