La insuficiencia cardiaca se define como un efecto de adaptación del gasto cardiaco a las necesidades periféricas de oxígeno. En las personas de edad avanzada, los episodios de fallo ventricular son frecuentes.
Al contrario de lo que suele creerse, la insuficiencia cardiaca afecta el pronóstico vital: a todas las edades, la mortalidad global es de un 62% en el hombre y un 42% en la mujer dentro de los cinco años siguientes al diagnóstico. Estos resultados se producen a pesar de los tratamientos clásicos.
Las posibilidades de adaptación de la función cardiaca se ven limitadas por la senescencia y las "reservas cardiacas" van disminuyendo con la edad; para algunos autores, el anciano es, pues, un insuficiente cardiaco en potencia.
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