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Resumen de Delacroix: la búsqueda de lo sublime

Marie-Claire Uberquoi

  • Fascinado por la mitología, el orientalismo y la literatura de Dante, Byron y Walter Scott, el artista francés retorció el clasicismo, abriendo el camino hacia la modernidad. Una antológica de su obra en el CaixaForum de Madrid desvela por primera vez en España las diferentes facetas del genio romántico.

    Cuando se evoca la cultura francesa del siglo XIX, el nombre de Eugène Delacroix (1798-1863), es a la pintura lo que Víctor Hugo (1802-1885) representa para la literatura. En la memoria colectiva, los dos creadores aparecen como �faros� �según la palabra de Baudelaire� que iluminaron con su genio la evolución de las Artes y de las Letras con mayúsculas. Ambos propiciaron la eclosión del romanticismo, si bien, cada uno desarrolló una trayectoria que fue mucho más allá de este movimiento. Durante el período de efervescencia romántica los dos fueron buenos amigos; pero esta relación privilegiada duró poco, al surgir entre ellos varias divergencias. Hugo reprochaba a Delacroix que tuviese más audacia en su discurso que en su pintura. Lo cierto es que el propio Delacroix quiso siempre desvincularse de la etiqueta de �pintor romántico�, para reivindicar su independencia y su originalidad. Este rasgo de carácter le provocó grandes disgustos y sinsabores, obligándole a luchar durante toda su carrera en solitario contra la incomprensión de muchos de sus contemporáneos. Fueron pocos los que le apoyaron en vida, a excepción de Baudelaire, Théophile Gautier y del político Adolphe Thiers. Incluso Stendhal expresó sus reservas, a pesar de asegurar que veía en él a �un alumno de Tintoretto�. Marie-Claire Uberquoi describe la arrolladora personalidad de Delacroix y la rabiosa modernidad de su pintura.


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