El éxito de una sociedad depende crucialmente de su capacidad de innovación productiva. El desarrollo de esta última precisa no sólo de una combinación de voluntad política y recursos materiales, sino también del arraigo de determinadas virtudes o hábitos culturales entre los miembros de la sociedad. En este artículo se examina la relación entre la capacidad de innovación, medida en número de patentes aprobadas, y la mayor o menor presencia en las sociedades europeas de la UE-15 de una serie de virtudes, tales como la prudencia o el cultivo de la inteligencia, la justicia, la fortaleza y templanza. La explicación de la capacidad de innovación productiva que aquí se propone enfoca, por tanto, la atención hacia factores culturales cuya extensión e intensidad difieren entre unas y otras sociedades, y aparecen relacionadas con la calidad de instituciones como la democracia liberal y la economía de mercado. Junto con otros países del sur de Europa y mediterráneos, España destaca por el relativamente moderado arraigo de esos factores culturales.
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