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Resumen de Italy�s nuclear choices

Leopoldo Nuti

  • español

    La política militar y nuclear italiana a lo largo de la Guerra Fría intentó promover las aspiraciones del país de conseguir una posición de paridad con otras potencias europeas. El tema de su propio rango y posición en la jerarquía internacional de potencias fue central en su política exterior desde el nacimiento mismo del país, y la nueva generación de políticos que dieron forma a la política exterior italiana tras la Segunda Guerra Mundial no eran menos conscientes de tan crítico factor que sus predecesores. La nuclearización de la OTAN hizo inevitable que solo aquellos países que tuvieran acceso a las bombas nucleares acabasen tomando las decisiones más cruciales en el futuro de la alianza. El gobierno italiano llegó a la conclusión de que la única manera de alcanzar el estatus nuclear era a través de una estrecha colaboración con la OTAN y los EEUU.

    Entre 1955 y 1959 la aceptación de bombas nucleares en territorio italiano acabó evolucionando hacia un patrón que formó la base de las políticas nucleares italianas en los 10 año siguientess. Italia era muy reticente a la firma del NPT y ello llevó a establecer una alianza con los principales oponentes europeos, la República Federal Alemana entre ellos, y a establecer una larga serie de contactos con otros posibles opositores al tratado, desde Japón a la India. En 1979 Italia aceptó la presencia de los nuevos Euromisiles en su territorio, considerando de nuevo a los Euromisiles como carta ganadora, un instrumento a usar para reducir las diferencias con otros socios europeos. La relación crucial con los EEUU explica en gran parte las razones de Italia para construir su política nuclear. Desde que los EEUU se convirtiesen en el pilar principal de su orientación internacional, estaba claro que albergar armas nucleares americanas era considerado como un medio para reforzar la asociación. El fin último de la política exterior italiana, la igualdad de estatus con sus socios europeos, no dejó de ser una mera ilusión a lo largo de esos años. Sin embargo, el hecho de que Italia estuviese dispuesta a soportar el peso de los despliegues nucleares fue visto por parte de otros gobiernos de Europa Occidental, y sobre todo por los EEUU, como un signo de responsabilidad italiana.

  • English

    Italy�s military nuclear policy throughout the Cold War was an attempt to foster the country�s aspirations to a position of parity among the other European powers. The issue of its own rank and collocation in the international hierarchy of powers had been central in its foreign policy since the birth of the country, and the new generation of politicians that shaped Italian foreign policy after the Second World was no less aware of this critical factor than their predecessors. The nuclearization of NATO made it inevitable that only those countries which had access to nuclear weapons would ultimately make the crucial decisions for the future of the alliance.

    The Italian government reached the conclusion that its only way to a nuclear status of some sorts would be through a close cooperation with NATO and the USA. Between 1955 and 1959, the acceptance of US nuclear weapons on Italian soil eventually evolved into a pattern that formed the basis for Italian nuclear policies for the next 10 years or so. Italy was very reluctant to ratify the NPT and this led to a strong behind the scenes alliance with the other main Western European opponents, the Federal Republic of Germany and a wide ranging series of contacts with all the other possible opponents to the treaty, from Japan to India. In 1979, Italy accepted the new Euromissiles on its territory. Again, Italy considered nuclear weapons as its winning card and the tool has to be used to shorten the gap with the other major European partners. The crucial relationship with the USA goes a long way in explaining the rationale of Italy�s nuclear policies. Since the USA had become the key pillar of its international orientation, it was clear that hosting US nuclear devices was also seen as a way of forging a closer partnership. The ultimate goal of Italian foreign policy, equality of status among the Western Europeans, remained a mirage all along. Yet at the same time the fact that Italy was willing to shoulder some of the risks and burdens of the nuclear deployments were regarded by the other West European governments, and above all by the USA, as a sign of growing Italian responsibility.


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