La osteoporosis constituye un problema de salud importante debido a la elevada repercusión en la morbimortalidad y en la calidad de vida que supone la presencia de fracturas clínicas. Se define como una enfermedad sistémica esquelética caracterizada por la baja masa ósea y por el deterioro de la microarquitectura del tejido óseo con el consiguiente incremento en la fragilidad ósea y la susceptibilidad a la fractura1. Aunque es frecuente asociar la osteoporosis a la baja densidad mineral ósea (DMO), el evento clínico relevante responsable de la morbimortalidad asociada a la osteoporosis son las fracturas por fragilidad. Las fracturas osteoporóticas pueden producirse en cualquier localización, aunque las más relevantes son las de fémur proximal, antebrazo distal y columna vertebral. La información aportada por los estudios disponibles permite concluir que la calidad de vida está afectada significativamente en pacientes con fracturas vertebrales sintomáticas y con fractura de cadera, y no lo está, de forma significativa, en aquellos pacientes con fracturas vertebrales morfométricas2,3. Según datos del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, en España la inversión en bifosfonatos, durante el periodo 2005-2009, ha ascendido a 1,3 millones de euros4. ¿Qué se debe valorar de un fármaco en la instauración del tratamiento farmacológico? El principal objetivo del tratamiento es la prevención de las fracturas por fragilidad, y por tanto lo que realmente se debe exigir de un fármaco es que logre reducir el riesgo de fracturas a corto y largo plazo. El incremento..
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