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Resumen de El factor turismo, impacto de infraestructuras y pymes

Anwar Zibaoui

  • A pesar de la situación, el sector turístico es un motor para el desarrollo, y podría serlo más si se reforzara el papel de las pymes, la construcción de infraestructuras, las ofertas complementarias entre ambas orillas o el impulso de una marca común mediterránea.

    Un nuevo muro de Berlín está cayendo y, en plena revuelta popular en la otra orilla del Mediterráneo, los vecinos del Sur han apostado por subirse al tren de las transformaciones a pesar del alto coste que representa para sus economías y para el sector turístico en concreto. Es el camino a su futuro, ya que la estabilidad y el crecimiento económico en toda la zona dependen de la existencia de un sistema democrático, buena gobernanza y participación de todos los actores de la sociedad para impulsar las inversiones y generar riqueza. Este contexto demuestra la necesidad de apostar de una vez por el Mediterráneo y su integración.

    El turismo es una de las actividades más pujantes en el mundo: representa en la actualidad entre el 12 y el 20 por cien, según las fuentes, del PIB total y supone un porcentaje similar del empleo registrado. En 2009, el movimiento turístico alcanzó la cifra de 880 millones de turistas. Es uno de los principales instrumentos para el desarrollo de una región, tanto por su incidencia sobre la producción y el empleo, como por la capacidad de arrastre de otros sectores.

    Desde esta perspectiva, el turismo es la primera gran industria de la cuenca mediterránea. Es una fuente de ingresos, un dinamizador del crecimiento y una vía de promoción de la sociedad y del modo de vida mediterráneo. La región representa el mayor destino turístico del mundo, alrededor de 316,3 millones de turistas anuales. Es decir, supone aproximadamente un 35 por cien del total mundial de llegadas, un tercio de los ingresos del sector, el 20 por cien de la capacidad global de alojamiento y el 12 por cien del PIB total de la región. Las previsiones sobre el futuro del turismo en la zona indican que la tendencia actual de crecimiento se mantendrá y que en 2020 se alcanzarán los 420 millones de visitas de turistas no residentes.

    El mar Mediterráneo cuenta con unos 45.000 kilómetros de costas, de los que 19.000 son islas donde viven más de 150 millones de habitantes. Este mar soporta el 30 por cien del volumen del comercio marítimo mundial y supone una ruta de tránsito para alrededor del 25 por cien del tráfico marítimo petrolero.

    Durante más de medio siglo, el turismo ha actuado como poderoso catalizador social y elemento de cambio, y ha tenido una influencia directa en la nueva manera de entender la preservación del litoral mediterráneo y los espacios naturales. Esta generando, además, una nueva sensibilidad en materia de medio ambiente y de desarrollo sostenible. A esto hay que sumar otras influencias, como la dieta mediterránea o los hábitos saludables.

    Pero, como no podía ser de otra manera en este espacio de contrastes, existen grandes diferencias y una distribución muy desigual de esta posición ventajosa: del total de turistas recibidos, 245,5 millones han viajado a la Europa mediterránea, y solo 70,8 millones han acudido al Sur y la parte oriental. Tampoco existe una imagen de marca común de destino, tal y como aprovechan otras regiones, que incluso comercializan de forma conjunta, como la marca Caribe.

    Además, sin entrar a valorar las consecuencias negativas de los conflictos en la región, conocemos por experiencia el impacto negativo que las situaciones de inestabilidad generan en el sector del turismo internacional a corto plazo.

    También es evidente la capacidad del sector turístico para convertirse en un elemento clave de las economías mediterráneas, ya que los beneficios colaterales de esta industria son multiplicadores e impactan en 70 sectores industriales y de servicios. Es la cuarta actividad por ingresos generados dentro del comercio internacional, solo superada por las industrias petrolera, química y de automoción.

    Por todo ello, es necesario implantar medidas dirigidas a consolidar y sostener el desarrollo del sector en esta región y enfrentarse a los retos planteados en la actualidad. Se trata de mejorar su capacidad para continuar atrayendo turistas, sobre todo a la ribera sur y este, con el fin de afianzar el liderazgo mundial de todo el Mediterráneo, y que esto ayude a incrementar la competitividad de sus empresas, especialmente de las pymes.

    Dichas pymes son un factor clave para esta industria. El sector turístico es el creador de uno de cada 10 empleos existentes en el mundo, y las pymes son las que generan más puestos de trabajo. A modo de ejemplo, se calcula que por cada millón de euros invertido desde una pyme se crean 14,7 puestos de trabajo, frente a los 3,1 si la inversión es de una gran empresa.

    Por tanto, hay que apoyar y mejorar su entorno, alargar su ciclo de vida, impulsar su asociación con el sector público y facilitar su acceso a la financiación, ya que estas empresas son las más vulnerables. Es necesario diseñar políticas, programas e iniciativas especificos de apoyo a las pymes, teniendo en cuenta que son y serán el motor del crecimiento económico de la región y generadoras de empleo. Asimismo, hay que impulsar una verdadera integración económica, ya que a menudo las pymes, a pesar de su contribución efectiva a la movilización de los ahorros, a la modernización de las economías y al aumento de la competitividad, así como al desarrollo de los intercambios internacionales, se quedan al margen de los grandes circuitos.

    Otro factor clave en el desarrollo turístico por su impacto directo es la articulación del territorio y la evolución de las infraestructuras y los medios de transporte, puertos y aeropuertos. Para el crecimiento de cualquier actividad económica hay que trabajar en un binomio indisociable negocio-territorio.

    Es importante evaluar cuál es el modelo óptimo de desarrollo del litoral, que genere el mayor beneficio socioeconómico y empleo posibles, cuidando el entorno y gestionando el atractivo de los diversos espacios turísticos, para garantizar así ciclos de prosperidad sostenida en las próximas décadas. Sabemos que, llevados por una excesiva presión urbanizadora y amparados en los altos rendimientos que a corto plazo genera la promoción inmobiliaria, se puede estar condicionando la competitividad de espacios lúdicos, valores o recursos naturales, arriesgando la capacidad de sus infraestructuras y sistemas para garantizar un mayor número de empleos y una renta sostenible. La mejora de infraestructuras y el acondicionamiento del entorno, junto con la eficiencia de la gestión pública, influyen en la mejor percepción de la oferta turística y satisfacen también las necesidades de la población residente, haciéndola más atractiva y compatible con la experiencia del sector. Hay que fomentar la creación de infraestructuras y mejorar las ya existentes en los ámbitos del transporte, alojamiento e instalaciones clave para el desarrollo de productos como turismo cultural, de naturaleza, deportivo, de salud, cruceros, turismo interior..., además de promover sistemas de información publico-privados. En este sentido, el papel del sector privado es esencial.

    El ámbito público es, asimismo, fundamental. Los principales países de la región están respondiendo a un crecimiento de la población sin precedentes, elaborando master plans para remodelar o reformar los centros urbanos, puertos o aeropuertos como es el caso de Beirut, Argel, Casablanca, Ammán o Alejandría, entre otros.

    Los gobiernos afrontan la creación de planes estratégicos y grandes proyectos de transformación con una visión a largo plazo destinada a lograr ciudades habitables, competitivas y acogedoras. Estos planes de desarrollo incluyen carreteras y calles, transporte público y proyectos de vivienda y para grandes eventos: juegos olímpicos o regionales, sedes para organismos multilaterales.... Y para el éxito será crucial la capacidad de sus gobiernos por mantener un estricto control de su desarrollo y revisar con regularidad los planes directores.

    Algunos ejemplos de proyectos en Argel: Dounya Park, City en Staouali, Algiers Bay Waterfront Development; en Marruecos: Amwaj Project, Tinja Project, Bouskoura New Town y Cap Malabata; en Túnez: Mediterranean Gate, City of Roses, Tunis Sports City; en Líbano, Solidere; en Jordania, Saraya Amman; o Rooya en Egipto.

    Son reformas profundas que apuestan por la creación de una gran área de integración económica en la perspectiva de un desarrollo de la región mediterránea teniendo en cuenta el proceso vivido en la Unión Europea.

    Las infraestructuras ferroviarias y de carreteras más importantes de los países árabes mediterráneos están situadas a lo largo de las costas. Aunque, en comparación con el ferrocarril, la carretera progresa, el tráfico interregional sigue siendo débil, y las redes de autovías y otras numerosas obras están en proceso de construcción.

    La apuesta debe centrarse en un sistema eficaz de transporte multimodal aire-mar a través de la mejora y modernización de puertos y aeropuertos, la creación de enlaces terrestres Este-Oeste en las orillas sur y este del Mediterráneo y la conexión de las redes de transporte mediterráneas a la red transeuropea, para así asegurar la interoperabilidad.

    Vínculo entre turismo y transporte aéreo El sector ha conocido grandes transformaciones en los últimos años, con una tendencia clara hacia la liberalización y con la perspectiva de desarrollarse en la región mediterránea. La zona dispone de 68 grandes aeropuertos internacionales, que en 2009 utilizaron más de 120 millones de pasajeros, frente a los 600 millones de la UE. El problema es que la mayoría de estos países su aeropuerto principal capta el 75 por cien del tráfico aéreo, aunque algunos han empezado a descentralizar los aeropuertos para vertebrar mejor su oferta turística, como es el caso de Túnez o Marruecos.

    En resumen, tal vez la región mediterránea es la que mejor refleja lo que representa el turismo y su impacto real en nuestras sociedades y en nuestro modo de vida. Es difícil entender la sociedad mediterránea actual sin la presencia del fenómeno turístico.

    Recordemos el peso de los ingresos turísticos en el PIB de cada uno de los países mediterráneos y cómo dichos ingresos favorecen la distribución regional de la riqueza, constituyen un elemento de estabilidad económica para las economías del sur del Mediterráneo, desempeñan un papel esencial a la hora de corregir los desequilibrios de la balanza de pagos y ejercen una función dinamizadora de la economía local a través de la venta directa de productos autóctonos.

    Así, para los países árabes del Mediterráneo se presentan varios retos importantes:

    � Servir a las necesidades turísticas del mañana sin perder de vista la sostenibilidad, el desarrollo de las infraestructuras con eficiencia en la gestión pública y el cuidado del medio ambiente.

    � Apoyar al sector privado a través del desarrollo de las pymes, pues su gran impacto en la economía de la región es aún mayor en el ámbito turístico. No hacerlo tendría un coste demasiado alto.

    � Otro de los grandes retos es la creación de una marca común para la promoción conjunta de la región en el mundo. Hasta la fecha, los intereses turísticos nacionales y la competitividad entre los países mediterráneos han primado por encima de la cooperación regional y la voluntad de aunar esfuerzos para ofrecer paquetes de destinos integrados o nuevas fórmulas innovadoras.

    El cambio histórico que se avecina implica la puesta en marcha de un ambicioso programa que apoye la integración de las economías del Sur. Quien piense que el sector turístico es ajeno a esta historia, equivoca su rumbo. Los retos exigen una suma de compromisos que todos deben asumir.

    Se dice que el Mediterráneo es un mar demasiado estrecho para separar y demasiado largo para unificar. Europa tiene que implicarse en él, ya que su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de los países de la otra orilla.


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