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Resumen de Rabat, ciudad imperial

Enrique Domínguez Uceta

  • Antigua capital almohade, destino de moriscos españoles y viejo puerto de corsarios, la urbe marroquí se asoma al Atlántico desde su bullicioso laberinto de murallas, ciudadelas, mezquitas y minaretes.

    Rabat es un fenómeno particular dentro del reino de Marruecos. Pertenece al grupo de las cuatro ciudades imperiales, junto a Fez, Marrakech y Mequínez, pero siempre queda injustamente relegada al último lugar para los viajeros que buscan la fascinación de las viejas medinas de Marruecos. Su condición de capital del país y de residencia del Rey la convierten en la más moderna entre ellas, la menos anclada en el pasado, pero sin perder el esplendor de una ciudad que fue capital almohade en el siglo XII y que mantuvo una larga relevancia a lo largo del tiempo. Primero, con la llegada de los moriscos expulsados de España; a continuación, como puerto de barcos corsarios y, desde hace un siglo, como capital y sede del gobierno de Marruecos. Moderna y tradicional al mismo tiempo, Rabat es una ciudad deslumbrante, tanto por sus monumentos como por la belleza del lugar que ocupa. Situada sobre un promontorio asomado simultáneamente al océano Atlántico y al estuario del río Bou Regreg, se extiende a lo largo de una elevación que domina el valle. Frente a Rabat, al otro lado del río, se encuentra la ciudad de Salé, hermana y rival, dominando de manera semejante la orilla derecha. Ambas muestran sus murallas, sus ciudadelas, sus minaretes, y sus casas de perfil bajo, y se contemplan mutuamente desde la altura de sus promontorios mientras el río baña una vega que se ha mantenido intacta hasta tiempos recientes. Enrique Domínguez Uceta recorre la urbe marroquí y sus bellas arquitecturas palaciegas.


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