¿Cuánto pesan las once o doce comedias escritas por don Antonio de Solís y Rivadeneyra, frente a la imponente carga de títulos que ostenta el teatro español de siglo XVII, y ni siquiera hablemos de las cuatrocientas y pico hoy conocidas de Lope de Vega ? ¿Qué representa el autor ante aquellos insignes dramaturgos cuyas obras maestras se consideran como verdaderas joyas de la literatura mundial ? Casi nada, dirán algunos entendidos, y nada de nada, en legítima opinión de los muchos que sólo han visto escrito « Solís » en alguna lata de tomate frito. Y todos tienen razón. Sí, por supuesto. Sí pero no.
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