El hombre es una máquina del tiempo, aunque sólo sea capaz de recorrerlo hacia delante y a 60 segundos por minuto. Una de sus aspiraciones ha sido romper esta barrera para recorrerlo a más velocidad, para viajar al futuro o trasladarse al pasado.
La literatura ha sido el gran campo de experimentación para plantear estos hipotéticos viajes. Si en un principio se realizaron gracias al sueño, los milagros o la magia, en el siglo XIX se imaginan y plantean como posibilidades �científicas�. Los autores empiezan a barajar y especular con teorías -como la de la evolución- y a crear artefactos mecánicos con los que trasladar a sus personajes por la cuarta dimensión.
Pero ¿con qué sociedad o especies se podrían encontrar los viajeros del tiempo en el futuro? Herbert George Wells fue el primero en anticiparlo, en 1895, con The time machine. Años después, en 1909, el español Carlos Mendizábal diseccionó "lo no contado por Wells", en Elois y Morlocks. Novela de lo por venir. Como se verá en estas páginas las obras de ciencia ficción reflejan la influencia imprescindible de Charles Darwin
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