Para Bolaño, los poetas constituyen una especie de cofradía heroica y un tanto enigmática, una suerte de sociedad paralela con su propia escala de valores. Los poetas son, podríamos decir a modo de síntesis de su condición, «¡ridículos y heroicos!», algo así como Quijotes contemporáneos o románticos rezagados. La práctica poética es, por naturaleza, -y aquí reside asimismo el peligro de sus «desviaciones»- un acto «criminal» porque, al colocar frente a los ojos del lector lo que éste no quiere ver, amenaza su comodidad y desacraliza su mundo
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