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Reflexiones sobre la incertidumbre energética

  • Autores: Juan Manuel Eguiagaray Ucelay
  • Localización: Energía, una visión económica, 2008, ISBN 978-84-612-1947-6, págs. 357-405
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La energía, su producción y utilización, se ha convertido en el gran problema de nuestra era y de nuestro mundo. De un mundo cuyos límites se perciben más finitos cada día, mientras su dinamismo interno se intensifica, sus fronteras se desvanecen y las interrelaciones entre sus partes se hacen más estrechas. Se precisa de la energía para el desarrollo; para salir de la miseria, en unos casos, y para mantener y elevar el nivel de vida, en otros. Pero, hoy por hoy, no es imaginable la expansión del bienestar económico del planeta ni la reducción de sus ominosas desigualdades sin un consumo creciente de energía.

      El desacoplamiento del crecimiento económico y el consumo energético se produce en fases avanzadas del desarrollo de los países y, aún así, con límites que sólo el progreso técnico va logrando superar de modo trabajoso y discontinuo. Ahora bien, una población mundial no estabilizada en su crecimiento, con inmensas masas humanas que empiezan a asomarse al mundo del desarrollo industrial, de la vida urbana y de la sociedad de consumo, con los comportamientos sociales que ello comporta, significa una presión sobre los recursos energéticos de extraordinaria importancia, que se añade a la generada por la voracidad energética del mundo desarrollado y su relativa indiferencia ante la insostenibilidad de su modelo de crecimiento. Los límites que este panorama introduce se expresan ya en forma de deseconomías externas medioambientales, de potenciales efectos globales sobre el planeta, en un aumento de las incertidumbres en la provisión de recursos energéticos y, en todo caso, en la ostensible elevación de su coste, con las consecuencias económicas, tecnológicas y financieras que de ello se derivan.

      No es, pues, extraño que para una buena parte de los países, desarrollados o no, la energía sea uno de los principales argumentos de su política exterior y de seguridad.

      Lo es ya conceptualmente en la Unión Europea, a pesar de que la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, impulsada ahora por la firma del Tratado de Lisboa, sea todavía mucho más un proyecto a construir que una realidad tangible.Lo es en España, donde las limitaciones de nuestra dotación natural de recursos energéticos y la consecuente dependencia exterior, hace tiempo que vienen inspirando políticas de diversificación en las fuentes energéticas y en el origen geográfico de los suministros. Lo es, también, para la propia comunidad internacional que, consciente de su interdependencia, trata de establecer, de modo todavía balbuciente, una gobernanza global sobre la energía a fin de evitar la inestabilidad Y armonizar en lo posible los intereses, poderes y situaciones en juego.

      Todo este complejo puzzle de relaciones viene articulado en torno a la dependencia energética desigual en un mundo globalizado. En él, sus componentes singulares disponen de poderes diversos, muy distintas situaciones de partida, variedad de capacidades económicas y tecnológicas Y aproximaciones culturales no menos disímiles. Pues bien, ésa es la compleja realidad global en la que cada Estado -a falta de mejor marco político para la toma de decisiones y solución de los problemas- tiene que hallar las soluciones que le permitan garantizar -no sin incertidumbres- la prosperidad de sus ciudadanos.

      De lo dicho se desprende que, en la consideración general de los problemas energéticos, junto a los problemas específicos derivados del uso de las distintas tecnologías disponibles hay, al menos, tres dimensiones de innegable repercusión socioeconómica:

      La seguridad de los suministros. entendida en la más amplia expresión conceptual, con sus implicaciones técnicas, económicas y políticas.

      La dimensión medioambiental. implícita en la producción y uso de las diversas fuentes de energía, así como en la combinación tecnológica utilizada para la producción y el consumo de bienes y servicios.

      La ordenación específica de los procesos de producción y consumo, esto es, la configuración y funcionamiento de los mercados en los que se expresan la oferta y la demanda de esa mercancía tan singular como necesaria a la que, por compendiar sus distintas expresiones, llamamos energía. Tres aspectos que, de ninguna manera, son independientes sino que están estrechamente relacionados, condicionándose respectivamente.

      En lo que sigue, esbozaremos los rasgos más sobresalientes de las dimensiones mencionadas de la energía, para discutir después los retos inmediatos a los que nuestro país ha de seguir enfrentándose en los años próximos.


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