El desarrollo de unas capacidades propias de inteligencia en el seno de la Unión Europea ha estado presente desde su creación. Sin embargo, su desarrollo se vio ralentizado durante mucho tiempo por el recelo de los Estados Miembros a compartir inteligencia en un escenario donde los problemas parecían claramente locales, algo que comenzó a resquebrajarse con la crisis de los Balcanes y, posteriormente, con los atentados del 11-S. Este artículo analiza el papel que ha desempeñado España en su desarrollo durante sus presidencias, teniendo en cuenta que los tres atentados más mortíferos han coincido con ese marco temporal: Nueva York-Madrid-Londres. El auge en la agenda europea, el fin del clima de la Guerra Fría y la visualización de la necesidad de cooperar han dado un empujón normativo, estructural y político al incremento de la cooperación en inteligencia. En este artículo se examinarán los principales cambios políticos y los instrumentos legales y estructurales desarrollados para esta cooperación.
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