El Estado mínimo, que ya fracasó en los años treinta trayendo la Gran Depresión, se está queriendo imponer de nuevo desde los poderes económicos globalizados. La pretensión de dejar las manos libres al mercado y encomendarse a sus designios está provocando un aumento de las desigualdades y la pobreza. La función benefactora, redistributiva y correctora de las desigualdades que propicia el Estado del Bienestar está en cuestión, imponiéndose los intereses económicos y financieros sobre los intereses de los ciudadanos y el bien común.
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