El primer día que llegué a mi trabajo, una prisión, no sabía qué me iba a encontrar. Pensaba que tras los muros, las rejas y aquella enorme alambrad habría criminales y monstruos dispuestos a cualquier cosa. Sin embargo, cuando atravesé la puerta me encontré jardines, magníficos dibujos en la pared y personas al otro lado. Sí, personas comos las que te encuentras en tu vida diaria. No llevaban pendientes, ni tatuajes, ni un cuchillo en la mano. Me saludaban cordialmente y se dirigían a mí de usted.
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