El modelo de transporte imperante en España -tanto en la vida privada como en la laboral- está basado en un consumo energético, de tiempo y de esfuerzo que resulta muy costoso y poco beneficioso para el conjunto del sistema socioeconómico. El uso del automóvil es excesivo, y se ha impuesto debido a un sistema de desarrolo territorial del tejido urbano e industrial basado en la dispersión sobre el territorio. Esto da lugar a impactos socioambientales con incrementos de los accidentes laborales de tráfico y con un consumo excesivo de recuros fósiles no renovables.
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