En este artículo estudio el significado del espacio portuario y sus consecuencias en la configuración social y cultural de las ciudades marítimas y fluviales que lo contenían. Mi reflexión se centra en los pequeños espacios situados en los centros históricos que concentraban las labores portuarias y otras actividades que determinaban la totalidad de la vida de esas poblaciones. Esas áreas fueron vitales hasta que por las nuevas actividades, el crecimiento demográfico y urbano de la primera mitad del siglo XX, fueron sacadas a las afueras de las ciudades y aisladas del resto de los espacios urbanos y de otras actividades con las que habían permanecido confundidos durante varios siglos.
El argumento central de este artículo propone que en comparación con las ciudades mediterráneas organizadas en torno a la plaza central, las ciudades portuarias poseyeron una dualidad entre ese espacio como sitio de residencia de los notables, las autoridades civiles y eclesiásticas, y en consecuencia de control social, y la plaza portuaria que por su polifuncionalidad en cierta medida fue construida de abajo hacia arriba. Ese protagonismo del puerto en la vida urbana se debió a la diversidad de actividades que contenía, pues era espacio de trabajo, intercambio cultural, plaza de mercado, sitio de diversión y ocio. Esto marcó de s i n g u l a r m a n e r a a l a s o c i e d a d d e l o s p u e r t o s p u e s d e t e r m i n ó u n a s d i n á m i c a s s o c i a l e s , culturales, laborales distintas a las escenificadas en las ciudades mediterráneas.
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