Herederos de la filosofia neoplatónica, los autores del Segundo Romanticismo asimilan y sienten la lucha constante entre la idealidad, a la que tiende su espíritu y a la que aspiran, y la materia en la que les encarcela su cuerpo, y desde la cual sólo pueden atisbar tímidos reflejos de las IDEAS. A esto hemos de añadir un contexto sociopolítico inestable y doloroso y comprenderemos que la actitud a la que estos escritores parecen abocados es el pesimismo.
En este artículo tratamos de mostrar el abanico de posibilidades filosóficas que surgen y muestran los distintos autores a partir del común desengaño:
desde la búsqueda de la aceptación estoica, hasta el deseo de anulación nihilista de aquellos con fe más problemática, pasando por el vanitas vanitatis, de los que, asentados en un férreo catolicismo, conciben la vida como un valle de lágrimas.
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