Los italianos que llegaron masivamente a la cuenca de Briey antes de 1914 conocieron las precarias condiciones de trabajo en las minas de hierro y las industrias siderúrgicas. Alojando en cantinas insalubres, considerados como portadores de todos los males de la sociedad, estos se encontraron excluídos de las distracciones deportivas reservadas para los autóctonos. Mientras que las sociedades patrióticas son reservadas a los franceses estatutariamente, el mundo eclesiástico los aleja de la práctica deportiva de los patronajes católicos por los juicios que porta hacia ellos. Solamente el ciclismo por sus valores meritocráticos constitutivos de su profesionalización se convierte en un espacio de integración para los obreros italianos.
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