Las áreas mineras españolas constituyen espacios dispersos en el territorio nacional, fragmentadas y modeladas por los requerimientos de la actividad extractiva capitalista. El deterioro ambiental, la regresión de las actividades económicas tradicionales, particularmente la agricultura y la ganadería, el desarrollo de núcleos urbanos desarticulados y de conurbaciones técnicas son algunos de los efectos de aquella actividad.
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