Basilea III no implica, al contrario que su antecesor, un nuevo acuerdo de capital, pero, aparte de que introduce por primera vez la liquidez en la normativa bancaria mundial, supone un sensible aumento de la calidad de los recursos propios requeridos a las entidades de crédito, al mismo tiempo que vincula la libertad de distribución de sus beneficios a la disponibilidad de suficiente solvencia de la mayor calidad por encima de los requisitos mínimos e incorpora elementos de anticiclicidad en los requerimientos de capital. Todo ello implica un nuevo entorno que, por tener efectos estimados muy significativos, se va a aplicar a lo largo de un período dilatado de tiempo. Este entorno tiene también efectos importantes en la estructura y el comportamiento de dichas entidades, que, en parte, ya están teniendo lugar y pueden contribuir a cambios muy relevantes tanto en el mapa bancario como en la configuración del negocio.
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