En 1986, en Valencia, la Asociación General Femenina, una organización feminista vinculada al blasquismo, comenzó a reivindicar el derecho femenino a la instrucción superior y abrió una escuela laica para niñas.
La mujer doméstica, comprometida políticamente e instruida, constituía el ideal de feminidad para los republicanos. Un ideal que incluía la obligación de las madres de instruirse para transmitir a su descendencia los ideales del progreso.
En 1910, la falta de iniciativas masculinas en torno a la educación de las mujeres, llevó a la AGF a difundir con más radicalidad la necesidad de dicha educación. La reclamación del sufragio en torno a 1918 consolidó la autonomía de este feminismo que, a lo largo del tiempo, había constituido una escuela de militancia para sus afiliadas potenciando sus aprendizajes en una ciudadanía igualitaria.
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