Como en cualquier articulación, la actividad normal de la ATM se produce siempre que sus componentes realicen adecuadamente su función.
Para ello es necesaria la integridad de todos ellos, así como la ausencia de impedimento alguno a dicha función por otras estructuras, aunque no sean intrarticulares propiamente.
La existencia de cualquier impedimento compromete la movilidad de la articulación y puede llegar a producir el mismo elenco de síntomas que la alteración de la articulación misma. Cuando ocurre este compromiso de la función de la articulación temporomandibular por estructuras adyacentes a la misma, el tratamiento es bastante sencillo generalmente. En contraste con las alteraciones intrarticulares, en las cuales se acude a pruebas complementarias cada vez más sofisticadas (TAC, RMN) y a veces patogénicas en sí mismas (artrosocopia), es especialmente la exploración clínica la que va a ser fundamental para el diagnóstico.
La patogenia de estas alteraciones se produce como consecuencia de traumatismos repetidos de baja intensidad y se pueden relacionar con los Campos Interferentes conocidos en Terapia Neural, puesto que resultan puntos de irritación en aquellas zonas donde las estructuras, al chocar producen la limitación mecánica al movimiento mandibular, desencadenando un cuadro clínico que puede afectar a toda la persona a cualquier nivel.
Según la clasificación de la International Headache Society, el dolor podría definirse como dolor somático profundo, pero existen componentes que permiten encuadrarlo dentro del dolor neuropático, así como existen otras vias para poder dar explicación a todos los síntomas que pueden aparecer.
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